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Sinopsis
El inspector López está al frente de la
investigación de la muerte del director del museo de antropología
contemporánea. Todos los indicios apuntan hacia un suicidio, pero esa hipótesis
no deja satisfecho al policía.
En un empeño más personal que
profesional, continúa investigando más allá de lo razonable, para descubrir la
trama que se esconde detrás del museo. Un pequeño grupo de personas de muy
diversa procedencia empeñados en hacer pensar a sus conciudadanos en torno a
las miserias de la manera en que nuestro modelo social concibe el ser persona.
Así, más allá de la aparente trama
policiaca, el verdadero protagonista de la novela es el museo, que tal y como
lo define Margarita Laguna, una de las personas de ese pequeño grupo, es “el
museo más extraño del mundo”. A lo largo
de sus cinco salas nos desvela el individualismo que nos aísla, la ideología
dominante que vela la realidad, el consumo desmedido que nos controla, y cómo
todo ello termina haciendo de nosotros meras marionetas, objetos y no sujetos.
Ese pequeño grupo, compuesto por el
director, Fernando, la mujer de la limpieza, Margarita, y Amparo, la
financiadora, van conduciendo al inspector López y a su novia Laura, en un
viaje iniciático que tiene por destino final encontrar la respuesta a la
pregunta. ¿Es posible cambiar las cosas? ¿Es posible hacer otro mundo mejor?
Así comienza la novela:
I. UN MUERTO, MIL MUERTOS
APUNTES DE LA LIBRETA DEL INSPECTOR (I)
Estoy ya curado de espanto, no es, desde
luego, el primer cadáver con el que me enfrento. Veinte años en la policía,
catorce de ellos en la brigada de homicidios, dan para mucho. Pero no por ello termino
de acostumbrarme, el espectáculo de una muerte prematura me sigue impactando en
cierta forma. Por más que esto permanezca enterrado en el fondo de mi mente, o
donde maldita sea el sitio en que se acumulan los secretos íntimos, no he
conseguido aún desengancharme del dolor, del horror… de todo ese conjunto de
humanos sentimientos tan, al parecer, perjudiciales para el correcto desempeño
profesional.
Como no puedo dormir me he puesto a
escribir, y la verdad, no sé para qué. Si alguien me lo preguntara mañana, diré
con mucha seguridad que lo he hecho porque no veo claro lo que realmente ha
pasado. Que mi instinto de policía no se conforma con una primera conclusión
precipitada. Incluso es probable que este escrito presente formalmente el
aspecto de un reexamen del caso, pero, en el fondo, sé que no es así.
Esta inquietud que tengo tiene un nosequé
de urgencia vital, ajeno por completo al celo profesional, pero como no sé qué
nombre darle, lo llamaré así. Ponerle nombre a las cosas que me pasan y a las
que veo que pasan, aún sin ser yo el protagonista o ni siquiera simple secundario,
es una vieja costumbre. Desconozco si alguna vez me ha servido para algo, pero
el hecho es que lo hago constantemente.
Así pues, conforme al método que ha de
aplicarse a todo proceso profesional, comenzaré por transcribir los hechos de
los que tengo constancia fehaciente. La criminología, como buena disciplina
científica, ha de comenzar por ahí. Hechos, datos, no opiniones ni supuestos.
Las hipótesis explicativas son el segundo paso, y no se debe dar el segundo
antes del primero, o si no, tropezón seguro.
07:30 horas: el 112 recibe la llamada de
una mujer, que dice ser empleada del museo, en la que informa, nerviosa, del
hallazgo del cadáver de un varón en una de las salas.
07:45 horas: llegada al lugar de los
hechos, en él ya se encuentran los equipos médicos que nos confirman la
existencia de un cadáver por el que no han podido hacer absolutamente nada,
pues llevaba muerto unas cuantas horas. Como este no es un informe oficial,
diremos que los sanitarios nos informan de que el fiambre está más tieso que la
mojama.
07:55 horas: de acuerdo con el protocolo,
se procede al acordonamiento del perímetro del edificio y al establecimiento de
los controles de acceso al escenario del… ¿crimen?
08:00 horas: procedemos a una primera
inspección ocular, evaluando los desperfectos ocasionados por los equipos
médicos como poco significativos para el buen desarrollo de la misma y de las
posteriores profundizaciones de la científica, que debe estar al caer.
El cadáver yace en decúbito supino, en el
centro (más o menos) de una sala octogonal, de unos 15-20 metros cuadrados, con
todas las superficies completamente cubiertas de espejos, y a riesgo de
resultar redundante, cuando digo todas es todas, suelo y techo incluidos. De
manera que en una primera impresión parecía haber miles de cadáveres, eso sí
todos igualitos.
Junto al finado, una pistola, parece una
Beretta 92, de 9 mm, que dejamos para la científica. Y en el suelo, salpicaduras
de sangre y de una masa blanquecina (quizá cerebro) coherente con el aparente
tiro en el cielo de la boca, causa más que probable de la muerte.
08:30 horas: interrogatorio a la mujer de
la limpieza, título que ostenta la persona que llamó al 112.
09:30 horas: la llegada de la científica
me absuelve del tormento de continuar escuchando a esta mujer, que decir,
decir, no dice nada, pero hablar… Así que, mientras tanto ellos lo pringan todo
de polvitos blancos y negros, yo a supervisar.
11:26 horas: por fin el juez, que, como
es preceptivo, ordena el levantamiento del cadáver, su traslado al anatómico
forense y el nuestro a la cafetería. Bueno, esto último no lo ordena el juez,
pero lo estábamos deseando.
11:50 horas: se acabaron los churros y el
café, con lo que no queda otra que volver a comisaría a redactar el informe
preliminar, y esperar que lleguen el del forense y el de la científica, antes
de continuar, para tener en mi mano el conjunto de los hechos verificados.
12:30 horas: llegada a comisaría, y redacción
de las conclusiones, evidentes en un primer vistazo: suicidio, con lo que se
abre la tediosa vía de investigación sobre la causa del mismo, necesario para
hacer coherente el diagnóstico, que en este caso no precisa de culpable. Y poder,
con ello, dar por cerrado el caso. Odio las investigaciones en torno a la causa
de un suicidio, me parecen siempre un rompecabezas en el que, al final, nunca
puedes obtener la confesión del culpable.
Me acabo de dar cuenta, que hace, al
menos tres apuntes, que debía de haber abandonado el estilo de informe horario,
pues hace rato que dejé de hablar de hechos, pero es la costumbre…
Acabo de releer lo que he escrito, y me
vuelvo a preguntar por ese nosequé, y la verdad es que me digo a mí mismo que
ya lo he encontrado: es el tedio que me produce lo que me espera, una especie
de pequeña e íntima rebelión. Lo que pasa es que no me lo creo ni yo, pero
prefiero seguir diciéndomelo, porque si no, no voy a poder pegar ojo, y no hay
nada peor que enfrentarse a un día tedioso con sueño atrasado. Así que, con el
permiso de esta libreta, que es lo único parecido a alguien a quien pedírselo
por aquí, me voy a acostar.
II. NOCHE DE INSOMNIO,
MAÑANA DE CAFÉ
Al día siguiente tenía sueño. Es lo que
ocurre cuando te desvelas, el insomnio es una especie de bola de cristal que te
anticipa el día siguiente. Un adivino malo que te predice justo lo que tú
acabas de contarle. La sobredosis de café que llevaba en lo alto no es ya, ni
siquiera, eficaz.
Aún no había llegado el informe de la autopsia,
es bastante probable que aún anduvieran con las pruebas de tóxicos, y los de la
científica suelen, también, tomarse su tiempo. Solamente está el informe
preliminar que el inspector López había hecho el día anterior. Estaba en su
mesa, leyendo la transcripción del interrogatorio a la señora de la limpieza.
¿Les ha parecido interesante?, pues les aseguro que esto es el principio de una historia original, que hace pensar, tanto a los protagonistas de la misma, como al propio lector.
¡Atreveos a visitar "El Museo más extraño del mundo...!"
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